Se desnuda el cuerpo, se rasura el pelo y se descuartiza el cadáver del ser querido con un cuchillo. Una vez separados los huesos de la carne, se machaca el cráneo con un martillo y se dejan sus restos sobre una piedra, donde son devorados por los buitres. Solo cuando las aves terminan de comer, se considera que su alma ha ascendido a los cielos.
En las tierras de Litang, a 4.600 metros altitud, el suelo es demasiado duro para cavar una fosa y escasea la leña para hacer fuego. En esta zona del Tíbet, los muertos son entregados a los buitres desde hace 5.000 años.
Durante el ritual, conocido como “funeral celeste”, el sacerdote (rogyapa) descuartiza el cuerpo delante de sus seres queridos y lo entrega a los buitres. Cuando solo quedan los huesos, el sacerdote procede a machacarlos y a mezclarlos con harina, para que las aves terminen su trabajo.
De acuerdo con la creencia budista, el cuerpo es un mero vehículo para transportar la vida; una vez que el individuo muere, y como última muestra de caridad, su cuerpo debe servir de alimento a los buitres sagrados. No en vano el buitre es considerado por los sacerdotes un ave muy budista, ya que no mata a otros seres sino que acepta lo que le viene, el curso natural de las cosas.
El monasterio de Drigung Til recibe unos diez cuerpos al día. El sacerdote encargado de los rituales lleva 15 años en el cargo...
madre mia!! cuando lo he empezado a leer he flipado. Menos mal que esplicas bien la cultura que envuelve este hecho por que si no pensaba que estaba leyendo un capitulo de Dexter (Grande Michael C.Hall!! suerte!!)
ResponderEliminarEn realidad es lo que tenía pensado hacer contigo... jajajajaja
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar